La adolescencia es una etapa dificil, hay muchos aspectos para simbolizar en cada singularidad y la necesidad de articular nuevos lazos en los vínculos familiares.
Los adolescentes atraviesan por inumerables cambios: corporales, psíquicos y sociales,esto les exige un nivel de elaboración que siempre va por detrás del vértigo que vivencia.
Por otro lado, los padres deben recompensar la relación con sus hijos que ya no son niños, pero tampoco adultos.
La comunicación se dificulta porque muchos adultos se quedan con lo que los adolescentes aparentan,así es como ven seres intolerantes, que se la saben todas, desinteresados por compartir espacios familiares, carentes de afecto y faltos de internes por escuchar a sus progenitores.
Los padres demandados por la vida cotidiana, el trabajo, los problemas económicos, la pareja, los otros hijos, etc., ven allí donde antes había un niño dulce, graciosos y afectuosos, un monstruo que los odia, los desvaloriza y ya no los necesita; alguien que no puede parar de responder con gritos, bromas y gestos desagradables.
Esta imagen no debe ser superada, tendrán que acercarse a ellos y acompañarlos; saber qué sienten y cómo están, orientados y continuar con su educación. Qué y cómo hacerlo es una cuestión delicada. Es preciso tomar distancia, mantener el lugar de adultos. No creerles lo que aparentan y saber que necesitan pelearse para crecer.
Fomentar la comunicación, en esta etapa, no es sentarse a hablar o interrogarlos, tampoco se trata de revisarles sus pertenencias en un intento desesperado de saber en que andan. Es necesario generar espacios en común, en donde el dialogo aparezca espontáneamente.
Los espacios simples, como hacer nada juntos, hasta actividades más programadas como un viaje un fin de semana. Lo importante es que la charla surja en un ambiente distendido y que aparezcan las ganas de compartir desde el interés amoroso.
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