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EL PRINCIPE ARABE QUE RESULTO SER COLOMBIANO

En Arabia Saudita Bin Khalid Al Saud es un príncipe que dirige Medina, ciudad ubicada en la región del Hiyaz, al centro-oriente del país islámico. Su reinado empezó en diciembre de 2010 y llegó hasta abril del año pasado, y su descendencia real proviene de su padre Khalid bin Faisal Al Saud y sus dos hermanos, los príncipes Bandar y Sultán.

Sin embargo, Bin Khalid Al Saud en Estados Unidos se ve diferente. Más joven, con rasgos árabes menos marcados y con una cabellera prominente. Sin su estilo de barba tipo candado y su nariz de repente parece más chica. La razón de este cambio de imagen la conocían bien las autoridades gringas desde los noventa, cuando por vez primera se percataron de que el príncipe saudita que se paseaba por las calles de EE.UU. en ostentosos ferraris, limosinas y ropa de diseñador era realmente un colombiano nacido en Bogotá en 1970.

Su nombre real es Anthony Gignac, un hombre que a los siete años fue adoptado junto con su hermano Daniel por una familia de Míchigan, luego de que su padre biológico al parecer asesinara al menor de sus hijos por no tener cómo alimentarlos.

Después de salir de un orfanato en Colombia hacia Norteamérica, Gignac pasó parte de su infancia asegurándole a sus compañeros de clase y amigos que era hijo del famoso actor estadounidense Dom DeLuise y de la dueña del Grand Hotel en Mackinac Island, complejo localizado al norte del ‘estado de los grandes lagos‘.

De acuerdo con el Nuevo Herald, que dio a conocer los detalles más reciente de esta historia, Gignac inició su carrera criminal en Míchigan en 1991 luego de huir a California a los 17 años y regresar a los 21. Fue entonces cuando este capitalino comenzó a hacerse pasar por el supuesto príncipe y, en sus primeros meses de suplantación, según registros oficiales, logró defraudar a un hotel y a varias empresas por sumas que alcanzaron los 10.000 dólares.

Pero el fraude de Gignac estaba apenas por comenzar. Durante 1993 y 1994 sus delitos alcanzaron el condado Miami-Dade (Florida), en donde engañó a agentes de American Express para conseguir tarjetas de crédito con cupos exorbitantes. De esta forma pudo vaciar suntuosas tiendas de Bal Harbour y Cocowalk y dejar millonarias deudas en hoteles y carros último modelo.

El ‘modus operandi‘ era siempre el mismo. Cuando no utilizaba la identidad del príncipe Khalid para obtener tarjetas de crédito, lo hacía con la de residentes ordinarios estadounidenses. Así pudo darse la gran vida hasta que fue víctima de robo y la Policía, al contactarse con el país árabe en medio de la investigación, pudo confirmar que Gignac era todo menos de la realeza. Al final no pudieron detenerlo y el bogotano huyó de Míchigan a Chicago, en donde negoció su fianza luego de convencer a su abogado de que él era el verdadero Bin Khalid Al Saud.

Para finales de 1993 el colombiano quedó en libertad y continuó con los robos en Florida. Siguió sacando tarjetas de crédito de los bancos alegando siempre que se le perdían o lo robaban. Compró dos relojes y un brazalete de esmeraldas con diamantes por un costo de 22.000 dólares y luego pagó cerca de 3.000 dólares en ropa de una tienda de alta costura. Después desapareció y dos años después lo detuvieron en Palm Beach, pero un juez le fijó una fianza que Gignac canceló rápidamente.

De acuerdo con las autoridades de EE.UU., también se conoció que mientras Anthony huía de la justicia de Miami-Dade, con su supuesta identidad ‘real‘ logró que la universidad privada de Syracuse, en Nueva York, le consignara 16.000 dólares como parte de aparentes ‘impuestos‘ por una millonaria donación que él y su hermano Daniel se supone iban a dar al centro educativo. Por esta estafa, cuenta el Nuevo Herald, para julio de 1996 su hermano Daniel fue sentenciado a cinco meses de prisión y dos años de libertad supervisada. A Anthony, por su parte, lo transfirieron de nuevo a Florida y lo condenaron a cuatro años de cárcel, pero luego de 24 meses salió libre.

El supuesto príncipe Bin Khalid Al Saud reapareció en el 2002 en Orlando, en donde realizó compras en hoteles y tiendas de Disney que superaron los 25.000 dólares. La representación del colombiano con el personaje árabe era tal que cuando lo arrestaron –de nuevo– pedía a gritos llamar a la embajada árabe y a medios de comunicación para que verificaran su identidad como príncipe.

Anthony estuvo en prisión hasta finales de ese año y, como si se tratara de un pasatiempo, el colombiano regresó a las celdas de 2004 a 2006, cuando fue dejado bajo libertad supervisada hasta el 2009. Los delitos eran los mismos a pesar del transcurrir de los años: hacerse pasar por un diplomático extranjero, mal uso de su pasaporte, robo de identidad, fraude bancario e intención de fraude.

Todas estas conductas han llevado a que el caso sea analizado con rigor. La sociología criminal plantea el comportamiento de este hombre desde la relación entre una infancia difícil, un hogar disfuncional y la falta de figuras paternas durante su crecimiento, lo que pudo influenciar en un comportamiento desviado de los estándares sociales esperados. Se habla de una posible mitomanía o un posible trastorno mental, este último incluso utilizado sin éxito por la defensa del colombiano para obtener algún tipo de inimputabilidad en el caso.

Para el abogado litigante en derecho penal y candidato a magister de la Universidad Externado, Juan Carlos Gómez Nieto, Gignac nunca ‘burló’ la justicia estadounidense –como pareciera– pues sí lo atraparon y lo procesaron, y en la mayoría de robos hubo condena.

“El problema es que era difícil descubrir que él estuviera haciendo la suplantación. Por ejemplo, si él llegaba a un hotel y descubrían que no se trataba del verdadero príncipe, de inmediato le podían mirar los antecedentes y listo. El lío era que cada vez este personaje mejoraba las formas en las cuales hacía incurrir en error a todos mediante falsedades de documentos y demás. Él lo que hacía era que, mientas duraba el engaño, aprovechaba económicamente como fuera”, explica Gómez Nieto.

Gignac además se hacía pasar por diplomático árabe con título nobiliario (privilegio legal que distingue a los miembros de la nobleza) para engañar a empresarios y recibir dinero de ellos, propiedades y regalos costosos. Incluso el bogotano, con el fin de mantener la fachada, mostraba placas falsas que conseguía a través del sitio de compras virtuales EBay.

Así lograron dar con su paradero a finales de 2017 luego de estar casi una década desaparecido del radar de la Policía. Fue arrestado en Nueva York y ahora está temporalmente en un lugar de reclusión en Oklahoma. Sobre su futuro se sabe que será trasladado a la Florida en donde, además, podría enfrentar cargos por conspirar para cometer una ofensa contra Estados Unidos y posesión de un arma por un criminal convicto.

En Colombia, según Gómez Nieto, a Gignac se le habría juzgado por los delitos de falsedad en documentos públicos, privados, estafa, aprovechamiento de errores ajenos e incluso de falsedad personal. “Sin embargo, igual que en el sistema estadounidense, no habría habido una solución más allá de establecer que era un farsante y evitar que volviera a delinquir”, concluye el abogado.

(Tomado de la revista Semana)